La muerte del poeta.
I
No estoy triste ni melancólico.
La pena ya no me abriga;
todas la luces encendidas, ¡todas!
luminarias incongruentes
de lo evidente inevitable.
El amor ya no llama…
No da sudor ni frío,
¡No tersa los nervios!,
Ni apacigua el olvido.
La esperanza no jalona el camino;
Los besos no son quimeras;
Caricias que se compran
por talonarios, por billeteras.
Baste con cerrar la boca
para que suenen las campanas.
Baste el tañer del badajo
sobre piel destemplada
en el paso y en la memoria.
No has de comprar corona,
ni motivos florales, ni ramilletes.
No has de cavar una tumba
ni construir un sepulcro;
No has de serrar el pino para el alma.
No has de cubrir con caja su esqueleto.
No malgastes en servicios de funeraria,
ni en plañideras para este entierro.
Solamente reza, aún sin fe.
Reza por el alma que se vacía,
¡Reza por el sentir que se ha perdido!
Salve para que el alma no oscurezca,
Réquiem a las rimas del olvido.
Aun cuando llore su propia muerte,
No lo hará por la vida perdida.
Pues….
La muerte del poeta no existe
Tan solo la de sus versos llega.
II
Si un día no encuentro palabras con las que decir…
Te quiero.
Si aún encontrado palabras, su significado es…
Te olvido.
Que no te quepa duda de que en ese momento…
Muero.
Pues para mantener viva la pasión del poeta, precisa…
Tu cariño
III
Alguna vez escuche como la vida decía;
Del mismo modo vi la imagen del miedo;
Leí sobre las letras del libro de la existencia;
Me pronuncie sobre el viento y las aguas.
Alguna vez escuchaba la respiración del sueño.
Alguna otra el gemir de la pasión de otros cuerpos;
Y la calma placentera del consuelo anónimo,
sobre la experiencia y el buen hacer de una vida.
Nunca vieron otros ojos llorar al sol,
Ni otras bocas sedientas besar la tuya.
Jamás hubo mejor testigo de nuestras vidas,
que la muerte que nunca esperamos,
pues sabemos que será hábil en localizarnos.
Al final siempre me dieron la razón las palabras.
También lo hicieron bocas mudas,
Y mentes sin ideales, ni pensamientos.
Todos ellos, al igual que el poeta,
Finados de su existencia por carencia;
Por ausencia de esa chispa desprendida;
Que más que arder, aviva una existencia.
Del amor
I
Que decir… que otros no dijeran antes.
Que esperar… que cualquiera no añorara otrora.
Que pedir… que no me nieguen sin lucha.
Recibir sin previa lucha, es no valorar.
Esperar lo añorado, es aceptar su naturaleza.
No decir lo que otros, seria un absurdo.
Si de el se ha de dar una explicación…
Si se espera una definición certera;
Sintiéndolo, a veces…
Se obtiene la respuesta verdadera.
II
Y tú. ¿Qué sabes de el?
Pues oí chascarrillos en martillo y yunque,
Palabrería de oreja, minutillo y segundo;
Sobre la orilla de un tiempo que añoras.
¿Acaso viste su silueta?
Creí verte paseando de su vera,
Aún cuando siendo alma inexperta;
Tu sombra caminaba sin cortejo alguno.
¡Sabrás pues donde habita!
Aún sin ser tú casa la suya;
Ni aún dándole morada y cobijo;
Ni siendo tu cuerpo, morada perenne;
Tus huesos carceleros;
Tu alma sustento;
¿Escuchaste la tonada de su canto?
¿El susurro de sus coros melodiosos?
¿Lo impetuoso de sus notas bien sentidas?
¿El ardid de su trova, sobre; en ti?
Cuestiono pues a favor
de este extraviado amigo;
Si no conoces sobre el
nada de lo que digo:
¿Por qué lo llamas amor?
28/05/2005