Mi prisión es el aire viciado por mi propia respiración tras permanecer más de un minuto en el mismo lugar.
Mi prisión es ese pensamiento que me llevó a cuestionar cualquier cosa que merecía el calificativo de nada.
Mi prisión es la religión de campanario, cura y sotana, y ese repicar de campanas dominguero y mentiroso.
Mi prisión es el tanto vale y el cuanto cuesta, del estigma de mercado que yo mismo abrazo cada día.
Mi prisión es la entrepierna de la última dama con la que guarde luto a mis instintos animales.
También es el hecho, de que nunca sabré como enseñar para terminar por aprender yo mismo.
Al igual que los títulos y honores que no defienden mas que el cuanto vale mi tiempo, y que busco.
Mi cárcel es aquel tipo trajeado que me mintió ayer, para que mañana mis hijos luchen por lo impropio.
Mí cárcel es el que habla de dar más, al mismo tiempo que se cree, que por decirlo ya aporto algo.
Mi cárcel es saber que me quejo ahora, siendo consciente de que lo hago para nada.
Mi prisión es esta, o aquella, pero eternamente la palabra inútil, que siempre carecerá de valor.
Mi penal es lo que tendré que dar, para que otro preso decida compartir mi celda, con sus barrotes y rejas.
Mi condena es saber que los estatutos de mi prisión por desgracia no los redacto yo mismo.
Mi carcelero es la expiración, que se reserva el último giro de la llave en la cerradura, para cuando más acostumbrado esté a mi prisión.
Mi prisión es la invención de esta vida.
08/12/2004