Que no se apague el cresol

QUE NO SE APAGUE EL CRESOL.

-Es extraño inspector; La gente del barrio dice que llevan varias noches viendo raras luces moverse de un lado al otro de la taberna. Cuando esta lleva cerrada casi tres semanas-.

-Habrá que investigar… ¿ No cree Alfredo?-.                  

-Sí inspector. Me pondré manos a la obra enseguida-.

Eran las siete y comenzaba a oscurecer;  El farolero comenzaba su trabajo, prendiendo las primeras mechas de los faroles situados al fondo de la callejuela.

Estaba desierta. A parte de dicho farolero, no se veía un alma merodear por esa calle;  Antes solía haber mas movimiento. -Se dijo a sí mismo-; Claro está, eso era antes de que la taberna de  Mauro permaneciera cerrada desde su desaparición.

Mientras permaneció abierta solía transitar gran número de gente. Sobre todo malas gentes.

Era una taberna  para deshoras; Mauro la mantenía abierta  hasta altas horas de la madrugada, dándose encuentro en ella todo tipo de gentes y maleantes.  Borrachos crónicos, y harapientos sin hogar  solían ser los clientes asiduos de la taberna.

Encendió un cigarrillo al tiempo que saludaba al farolero, que en esos momentos se hallaba  sobre su cabeza, encendiendo un farol más.

Le hizo algunas preguntas referentes al local, que el farolero respondió mostrando su contento por el cierre; Por lo visto era un vecino,  y no había estado muy a gusto con el transitar de aquellas gentes por su calle. Alguna que otra vez había tenido sus por menores con algún borracho que salía de la taberna.

Después de todo el cierre de la taberna había sido bueno para el vecindario. Por lo menos ahora, no se oirían los escándalos de las peleas entre borrachos a altas horas de la noche.

Se mantuvo donde estaba durante unos minutos, hasta cerciorarse de que el farolero se hallaba  lo suficiente lejos, como para que no le viese acercarse hasta  la puerta de la taberna. Cuando lo consideró bastante alejado, tiro la colilla del cigarro enérgicamente, al tiempo que daba  unos ligeros pasos hasta hallarse frente la puerta del local.

La noche había hecho ya completa su aparición, y a pesar de haber anochecido, una deslumbrante luna, consecuente de una noche despejada como aquella, amenazaba con descubrir su estampa frente la puerta de la taberna, mientras intentaba entrar.

Tanteó la maneta de la puerta quedando sorprendido al ver que estaba  intacta;  ¡No es posible!. -Se dijo-.

Alfredo era el quinto detective que mandaba la agencia de la ciudad a investigar ese caso. A pesar de ello, al llegar a la puerta, no había encontrado ninguna señal que diera a entender, que alguno de los adjudicados a ese caso hubiera pasado por allí.

Normalmente, y por norma de la agencia, tenían la responsabilidad de dejar alguna nota, o clase de precinto, que indicara la responsabilidad de la policía sobre ese lugar.

Rápidamente sacó una ganzúa del bolsillo de su gabardina, con la que comenzó a trastear la cerradura hasta oír un chasquido;  Miró cauteloso hacia ambos lados de la calle, para asegurarse de que nadie le veía entrar, y  con un movimiento rápido se introdujo en el local cerrando la puerta a su espalda.

Cuando se halló dentro no reparó en nada. Solo se limitó a intentar darle solución a una pregunta que le rondaba la cabeza. ¿ Cómo es posible que cuatro detectives hallan desaparecido investigando el mismo caso, cuando no hay señales aparentes de que hallan estado aquí?.

Alfredo comenzó a descartar posibilidades en su cabeza mientras echaba un vistazo al local.

Todo estaba ordenado, parecía como si lo hubieran limpiado esperando a recibir visitas;  Seis mesas con sus correspondientes sillas componían el mobiliario para clientes. Una barra de madera, oscura y pegajosa  por el hecho de haber soportado infinidad de borracheras mal limpiadas,  abarcaba el largo de la habitación. Ocho taburetes también de madera, descansaban sobre ella patas arriba.

-Parecía como si Mauro lo hubiera ordenado todo acaso hecho antes de desaparecer.  Quizá halla hecho un viaje largo sin avisar-.  Pensó Alfredo.

La habitación desprendía un olor extraño.  Era un fuerte olor a alcohol, o vino avinagrado, mezclado con otro que le era familiar.

Desde la posición en la que se encontraba  no alcanzaba a ver gran cosa; Los rayos de la luna llena  que se filtraban  a trabes  de los gruesos cristales, solo dejaban al descubierto parte del mobiliario, y una pequeña puerta al fondo, que parecía ser una despensa.

Sacó una caja de fósforos, y prendiendo uno para conseguir una mejor iluminación, se fue acercando hasta llegar al fondo de la habitación; Le extrañó mucho ver una silla fuera de su lugar, al lado de una de las mesas situadas cerca de la pared; Encima de esta, había un estante que soportaba un par de quinqués. Cogió uno, y prendió con el fósforo antes de quemarse, la mecha impregnada en cresol.

Entonces pudo echar un nuevo vistazo a la habitación, que le dejó al descubierto una nueva puerta situada al otro extremo, a la que se accedía por detrás de la barra.

Se aproximó hacia su nuevo descubrimiento sorteando la barra de un salto con el quinqué en la mano.  Llegó a la puerta; Poco a poco fue introduciendo el quinqué  dentro de la habitación,  siguiendo el haz de luz con su vista, como previniéndose de lo inesperado.

Con cautela, se fue introduciendo en la habitación,  abriendo la puerta hasta encontrar el tope.

Solo había una cama de matrimonio, una mesita con los cajones abiertos, y un montón de papeles por el suelo.

Alguien había estado allí antes que él, y buscaba algo. Pero ¿el que?.  Llegó al fondo de la habitación donde encontró un taburete acolchado; Tenía la huella de un zapato imprimida en polvo sobre su superficie.

-Ya no cabe duda de que alguien ha estado aquí buscando algo. Seguramente lo encontró, y se fue. Pero lo que no entiendo, es el hecho de que se le asignara el caso a cuatro detectives antes que a mí, y ninguno haya sido capaz de acercarse para aclarar la desaparición de Mauro-.

Cuando acabó de pensar, se giró volviendo sobre sus pasos. Al llegar a la altura de la puerta, vio un perchero del que no había dado cuenta al entrar en la habitación; Del perchero colgaba una gabardina similar a la suya.

Al comprender el detalle, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, haciéndole reflexionar temeroso por su seguridad.

Todo estaba claro.  La pisada en el acolchado, los cajones registrados, la silla apartada de la mesa en la sala de copas; Al menos un detective había entrado a investigar. Pero… o se le había olvidado la gabardina, o no había salido aún.

Esta reflexión hizo a Alfredo mostrarse mas precavido. Así que optó por sacar el pequeño revolver  que llevaba adherido a uno de sus tobillos, para tomar precauciones.

Salió de la habitación  para dirigirse al otro extremo de la taberna, y así echar una ojeada en la otra puerta. Esta tenia pinta de ser la puerta de una despensa.

Al lado de la puerta estaba el estante que sostenía los quinqués.  Lo miró de soslayo, y  la luz desprendida por el quinqué que sostenía en su mano, dejó el descubierto otro detalle que le aterrorizó.

Cuando cogió el quinqué del estante solo había dos, pero sin embargo, el espacio sobrante daba cabida a cuatro más.

A Alfredo le sorprendió aun más este detalle; Tan solo el pensar, que en él número de lámparas ausentes en el estante, coincidía con él número de detectives desaparecidos, hacía que se le pusiese la piel de gallina.

Estuvo parado frente a la puerta durante unos minutos, sopesando la posibilidad de volver otro día con la mente despejada de temores sin confirmar. Pero, ¿ qué diría su mejor amigo de la profesión, cuando llegara al café sin respuestas a sus preguntas?.

Había pasado media hora en su reloj y la luna se dejaba ver con mas fuerza a través de los ventanales. El frío sé hacía mas presente en señal de una buena helada; Entonces,  Alfredo decidió abrir la pequeña puerta con aspecto de despensa para mirar en su interior.

Al abrir la puerta empujando hacia dentro, una agresiva bocanada de aire se coló en la habitación,  haciendo oscilar la llama del quinqué, que proyectaba  tenebrosas sombras del cuerpo de Alfredo sobre la pared del fondo. Este, miró asustado y receloso a su espalda. Le había parecido ver algo moverse.

-Vamos allá-. Se dijo desganado.

Repitió la misma operación que al entrar en la otra. Pero para su sorpresa, esta puerta no era la de una despensa.

Se introdujo por ella, y vió como una serie de escalones descendentes, que se dirigían a lo que podía ser un sótano, o una bodega.

-Esto a cada instante se pone más interesante-.  Dijo en voz alta para imprimirse un valor inexistente.

Comenzó a bajar los escalones con cuidado. La inclinación era considerable, y la oscuridad densa como el crudo. La luz desprendida por el quinqué no era lo suficiente intensa, como para ver mas allá de sus narices. Así que alargó el brazo para avistar a más distancia, mientras de la otra sostenía el revolver.

A medida que bajaba uno a uno los escalones, el olor que le había sido familiar al entrar en la taberna,  se iba convirtiendo en un hedor  pestilente, y aún más reconocible. Olía a muerte, a putrefacción.

Hizo una pausa  al contar cinco escalones;  Cogió el pañuelo que llevaba en el cuello, y se lo llevó hasta la boca a forma de mascarilla, para soportar el hedor.

El silencio era sepulcral. Solo se rompía, cuando de vez en cuando se dejaba escuchar el aullido del aire al entrar por alguna ventana. También se dejaba escuchar mas débilmente el pobre gotear de algún líquido.

Cuando hubo llegado al final de la escalera, se encontró en un estrecho pasillo que cruzaba de derecha a izquierda, llegando a morir por ambos lados a una habitación.

Decidió ir en la dirección de la que provenía el continuo goteo;  Parecía provenir de la derecha.

Conforme avanzaba en esa dirección, el olor, y la corriente de aire cogían mas fuerza. Vio frente a el, en lo que parecía distinguirse como el fondo de la habitación hacia la que se dirigía, un pequeño ventanuco, por el que se distinguía una gran luna llena.

De pronto bajó la mirada sobre la línea de la ventana, y a los pies de esta, vio cuatro o cinco pares de ojos rojos  y brillantes, que le vigilaban atentamente en esa oscuridad densa.

No pudo reaccionar; El miedo invadió su persona de los pies a la cabeza. No pudo contenerse, y esbozó un enorme grito de pavor al ver que los ojos se veían más cercanos.

Intentó salir de aquel lugar lo más rápido posible. Tan rápido, que su esfuerzo por darse la vuelta para salir corriendo, se convirtió en el cruce repentino de sus piernas, haciéndole caer de bruces, y quedándose boca abajo  en dirección contraria a la que iba.

Notó como algo pasaba sobre su espalda a toda velocidad, haciendo caso omiso a que él estuviera allí; Mientras tanto, Alfredo gritaba poseído y embargado por el miedo; El quinqué se había apagado al caer al suelo, y no podía describir lo que estaba pasando.

Cuando cesó ese infierno, Alfredo dejó de gritar volviendo en sí. Entonces pudo percibir gran cantidad de maullidos que provenían de las escaleras, y de la habitación de arriba.

-¿Te han asustado unos gatos?-. Se preguntó en voz alta mientras se encontraba en el suelo boca abajo.

Comenzó a reír a carcajadas por el hecho de que le hubieran asustado unos gatos. Y mientras reía, callo en la cuenta de que tendría que volver arriba a por el otro quinqué, para seguir su investigación.

Intentó incorporarse con el revolver en la mano, y al levantar la vista, vio una imagen que le dejo petrificado. Esta vez no pudo articular ni un grito.

Se obligó a caminar de espaldas para no perder de vista al nuevo ser que se alzaba frente a sus ojos. Entonces comenzó a vaciar el tambor de su pequeño revolver,  sobre esa cosa de aspecto inhumano, que se encontraba inmóvil al fondo del pasillo.

Alfredo no veía la forma de salir de allí; Sin el candil para alumbrarse, allí abajo todo era oscuridad.

Tenía que escapar a toda costa; estaba muy asustado, y las balas no parecían surtir efecto sobre aquella cosa, que continuaba en pie y amenazante

Entonces, recordó el ventanuco que se hallaba a su espalda, en la habitación de la que salieron los gatos, y decidió correr hacia ella.

Corrió a oscuras en dirección al ventanuco tanteando las paredes. Ya podía ver al fondo como se filtraban los rayos de luz de luna a través del ventanuco.  Tan solo le quedaban unos metros para llegar hasta él, y así poder salir de allí.

De pronto dio un traspié con una pila de cajas desparramándolas por todas partes. Se incorporó del traspié velozmente, mirando en contra dirección para ver si le seguía aquella cosa, y al encontrarse bajo su  única oportunidad para escapar, algo le paró en seco, sin dejarle oportunidad alguna de articular palabra.

Media hora sobrepasaba  ya las nueve de la noche, y Simón aún esperaba en la cafetería del centro la llegada de Alfredo.

Eran buenos amigos de la profesión, y de cuando en cuando, solían quedar para tomarse unos cafés o copas, mientras intercambiaban opiniones referentes a los casos en los que se encontraban.

En esos momentos Simón, intentaba esclarecer el caso de un asesino en serie, que al parecer se había instalado en la ciudad, y que compartía parentesco con Jack el destripador.  Aún no lo había localizado, pero tenía la esperanza de hacerlo pronto.

Se mantuvo en la cafetería durante diez minutos más. Pasados éstos, decidió ir en busca de su amigo.

Le resultaba muy extraño el hecho de que Alfredo, siempre puntual a sus citas, se retrasara de esa forma. Eso solo tenía una explicación a ojos de Simón. O había tenido que acudir a una cuestión más importante, o simplemente había tenido un percance.

Salió de la cafetería, y llamó la atención de un coche de caballos; El lugar a donde había ido su amigo no se encontraba muy alejado, pero sin duda, aquella no era una buena noche para caminar.

– Si existieran los hombres lobo, hoy seria el día propicio para bailar con ellos en la calle-. Le comentó al cochero, que asintió con una carcajada.

A petición suya, el coche le dejó a la entrada de la callejuela asfaltada con adoquines de piedra. La iluminación de los faroles no se dejaba notar, a causa de la brillante luna que se posaba sobre la ciudad.

Caminó unos doscientos metros, hasta  que se encontró a la altura de la taberna. Se acercó a la puerta, pero se hallaba cerrada para su descontento; Allí no había señal de Alfredo.

Entonces recordó, que  las tabernas solían tener  un sótano donde guardar el vino, la cerveza, y algún que otro en ser referente a ese gremio.

Al costado izquierdo de la taberna había un pequeño jardín vallado, perteneciente a la casa colindante. Saltó la valla, y vio el ventanuco situado a ras de suelo perteneciente a la taberna. A medida que se acortaba la distancia entre él y el ventanuco, un hedor nauseabundo se iba dejando notar con mas fuerza. Se arrodilló para observar a trabes de el con esperanzas de encontrar alguna señal de su amigo;  Nada, tan solo escuchó el gotear de un líquido.

-Es hora de irse a casa; ¿ Quizá no halla venido?-. Y sin mas salió del lugar.

Tres días después nadie sabía nada en la agencia sobre los detectives desaparecidos. No había habido llamadas remitidas por parte de ninguno. Solo se supo, que uno mas se había agregado a la lista de desaparecidos.

Simón remitió a la agencia un comunicado pidiendo que le asignaran el caso de la desaparición de Mauro. Esta le fue denegada; Las normas de la agencia solo permitían llevar un caso por detective.

Nada podía hacer contra eso. Pero nadie le impediría echar un vistazo.

El ciclo de la luna Había sido completado, y la oscuridad de la noche era más intensa que nunca.

Serian sobre las nueve de la noche, cuando Simón decidió acercarse por la taberna. No se veía un alma por la calle, y las sombras de la noche camuflaban su silueta frente a la puerta de la taberna.

Sacó un pañuelo de uno de sus bolsillos, y  liándolo sobre uno de sus puños, le propinó un tremendo golpe al cristal más cercano a la cerradura, haciéndolo estallar.

Metió la mano rápidamente por el agujero, y abrió la puerta desde dentro con mucha avidez.

Simón nunca había entendido de cerraduras, ni de ganzúas. Pensaba que esos eran procedimientos lentos, a la hora de allanar una vivienda.

Encendió un fósforo, y al mirar a su izquierda, vio un candelero que portaba una vela. Lo descolgó de la pared, y prendió la vela para iluminarse mejor.

Con esta nueva luminosidad observó lo que días antes había visto su amigo.

Típico mobiliario de madera para una taberna le rodeaba en ese momento.

Al frente y detrás de la barra, se dejaba ver una puerta. Se introdujo por ella después de saltar la barra, y pudo ver la escena.

Una amplia cama de matrimonio se situaba a su izquierda. Junto a ella una mesita con los cajones abiertos, y cantidad de papeles por el suelo.  Al frente pudo distinguir el asiento acolchado, pero no así la huella que havia sobre este.  A su derecha pudo ver el perchero del cual colgaba una gabardina, que no era la de su amigo.

Comenzó a dar unos pasos hacia el fondo de la habitación, para verlo todo mas de cerca, cuando algo toco su cabeza.

Del techo colgaba oscilante una pequeña cuerda. Le propino un tirón a esta organizando un gran estrépito que precedió a la caída de unas escaleras de madera.

Seguramente llevaran a una alcoba, desván, o algo similar.

Comenzó la escalada por las escaleras; Un olor a muerto comenzó a hacerse presente en la habitación. El olor sé hacía mes fuerte mientras subía. Una vez arriba se topó con una imagen dantesca;

Mauro se hallaba muerto sobre una pequeña cama; Su cuerpo estaba reventado. Seguramente habría muerto de un infarto al corazón.

Esto no lo podía señalar con certeza hasta después de una autopsia. Sin embargo, Simón ya había visto antes esta imagen.

Se daban pocos casos como éste. Pero cuando alguien era victima de un infarto al corazón, y el cuerpo no era enterrado, la descomposición interna del mismo producía varia clase de gases, de entre ellos el metano. Esto no tenía nada de nuevo. La cuestión, era que si los gases producidos por la descomposición de dicho cuerpo, no encontraban salida hacia el exterior, se iban  acumulando dentro del cuerpo, abotargándolo, hasta hacerlo estallar.

Quizá hubiera sido otra causa natural la responsable de su muerte. Pero con certeza podría afirmar, que el cuerpo yacía sobre la cama desecha hacia un par de semanas.

Miró a su alrededor en la pequeña alcoba. Tan solo había un armario con las puertas abiertas, y  algo de ropa en su interior.

Simón no lograba entender una cosa. ¿ Por que Mauro no dormiría en la habitación posterior, en una cama más amplia que sobre la que se encontraba?.  ¿ Quizá lo subiría alguien allí?. ¿ O… simplemente se negaría a dormir donde ya hubiera dormido su difunta mujer?.

Simón no paraba de darle vueltas a la cabeza en busca de repuestas.  Y llego a la conclusión, de que las respuestas llegarían con la resolución del caso.

Regresó sobre sus pasos a través de la casa, hasta llegar de nuevo a la taberna. Una vez allí volvió a echar un nuevo vistazo en busca de detalles concluyentes; No encontró nada fuera de lo normal. Exceptuando el detalle de los quinqués sobre el estante.

Cogió él ultimo quinqué que quedaba en el estante; Aún le quedaba por ver la habitación a la que conducía una pequeña puerta, y la vela con la que se alumbraba comenzaba a perecer sobre el candelero que portaba en su mano. Así que opto por prender la mecha del quinqué.

Desde su posición empujó la pequeña puerta situada al lado del estante. Esta se abrió acompañada de un chirrido espeluznante.

-Haría falta que alguien engrasara esta puerta-. Dijo en un tono burlón.

Al entrar por la pequeña puerta, se llevo rápidamente la mano a la boca preso de una vomitona. También allí olía a cadáver.

Inició el descenso con mucho cuidado. Los escalones estaban bastante inclinados, y el haz de luz que desprendía el quinqué no era muy generoso; Contó siete escalones hasta que llegó a un rellano. Cuando puso el pie sobre este, un crujir de cristales hizo desviar su atención hacia el suelo.

Con un movimiento rápido saco su pequeño revolver de la gabardina, para defenderse de cualquier amenaza.

Había encontrado cinco quinqués destrozados bajo sus pies. Y esa no era señal de un buen augurio.

Miró desconfiado hacia la izquierda sin poder distinguir nada. Tan solo la forma de una entrada a otra habitación. Seguidamente miró hacia le derecha, pero igualmente sin posibilidad de distinguir nada. Ni siquiera pudo ver el ventanuco del fondo en esa dirección, por el que él se había asomado hacía unos días, y por el que penetraba la luz los días de luna llena.

Vaciló un momento antes de decidirse a caminar hacia su lado izquierdo. Comenzó a caminar lentamente con la pistola y el quinqué en una mano, mientras la otra le tapaba la boca. Sin darse cuenta se encontró dentro de una habitación sin puerta y sin ventanas. Después de echar una ojeada a su alrededor,  solo distinguió unos cuantos toneles de vino y una piel, al parecer de oso polar, colgada frente a la entrada, sobre una cuerda que abarcaba la habitación de un extremo a otro.

-Es increíble-. Se dijo.

¿ Para que ostias querría el viejo Mauro esta piel de oso?.

Quedo pensativo por un momento.

Mientras se hallaba en esa postura, el silencio le rebeló el leve sonido de un tímido gotear a su espalda.

Dando la vuelta comenzó a caminar en la dirección opuesta, hacia la otra habitación. Conforme se acercaba el hedor iba terciando a mayor.

Al entrar en la otra habitación se encontró con una de las montoneras de cajas desparramados por los suelos.  Siguió adelante tras sortear las cajas. El tímido goteo se iba haciendo más audible mientras avanzaba.

Piso algo. ¡ Sangre!

Continuó su avance por la habitación con la mirada fija al reguero de sangre que discurría por el suelo, hasta que se topó con un gran charco.

-¡Dios!, ¿ Que es esto?-.

Al levantar la mirada del suelo, vio algo que le impactó, e hizo que él cayera de espaldas lanzando el quinqué por los aires, y estampándolo contra unas cajas que comenzaron a arder.

Nuevamente volvió a mirar la imagen desde el suelo haciéndole vomitar sobre un charco de sangre.

Era aterrador. Cinco personas se hallaban bajo el ventanuco horriblemente asesinadas.  Parecían unos pinchos morunos clavados  sobre un enrejado de hierro, que sobresalía de la pared a modo de percha para colgar jamones.

Tres de los cuerpos presentaban un avanzado estado de descomposición. También presentaban pequeñas mordeduras por todo el cuerpo.

Simón no podía dar crédito a lo que estaba presenciando.  De entre los cinco detectives que se encontraban  cruelmente asesinados, pudo reconocer a Alfredo. Su mejor amigo.

Entonces con lagrimas en los ojos, Grito.

– ¿ Quién a podido ser capaz de realizar esto?, ¿ Quién…?.

Nunca se supo, pero quizá tuvo la respuesta ante sus ojos, mientras el quinqué permaneció encendido sobre su mano.

Caso cerrado…..

De Vuelta?

A veces me discrepo sobre si ocupo mi tiempo en cosas decentes; Siéndome infiel a mi mismo me engaño, eludo la realidad de los hechos, intentando esquivar el pensamiento real de que las mejores ocupaciones son indecentes.
Es la mejor frase que se me ocurrió de inicio para empezar una perorata que no creo que dure mucho por mi baja forma.
Mental.
Física.
Espiritual.

En realidad eso solo es un esfuerzo por mi parte con afán de empeño, en recuperar una destreza lingüística que nunca he poseído, pero que creo, siempre tuve.
Mentalmente… no hay para mucho; La masa gris anda mas desgastada que hace unos años; las destrezas del alcohol son innumerables, y uno de sus efectos es el desgaste cognitivo degenerando en no se que demencia catastrófica mental;Tampoco es un tema interesante.

El físico siempre fue un fuerte para este individuo; nunca lo cuide en demasía; pero comparto características similares a las carrocerías de los coches antiguos; casi indestructible.

En cuanto al espíritu, nunca fue un fuerte para mi, quizá por esa razón aun lo conservo; me refiero al buen espíritu.
Supongo que si fuera una persona mas espiritual, me habría perdido muchas mas vivencias físicas, y eso no entraba en mis planes.
Voy a por una cerveza. Ahora vengo

“La vejez” ¿Solo un paso?

Poesía Ensayista 

Ensayo poético-patético. 


La vejez; Veámosla, 
como al parecer, es. 
Pasos, a tiempo desmedido. 
Pues el termino “vejez”, 
no hemos de tomarlo tal cual es. 
Si no como ampliación, 
sobre el tiempo del olvido; 
Mas también, ¿Por qué no… 
por cuan largo fue el camino? 

Si de incremento del olvido hablamos, 
pues a la vejez siempre se esta dispuesto. 
De olvidar no se trata, es cierto. Si no… 
Cuantas cosas olvidar podemos, 
de las que ya hemos vivido. 
Y no por esto es más, ni menos… 
viejo el que olvida su camino; 
Por que envejecer, de un modo visto. 
No se podrá notar cuán menos. Si no… 
cuán más se recorre el camino. 

Si cuán longo fue el camino, hablamos… 
Por querer darle signo a lo expuesto. 
Vejez podrá interpretarse no solo 
por el saber que se adquiere, pues… 
Individuos los hay sin sapiencia, 
donde la multitud indolente asienta, 
sobre la arruga un juicio inminente. 


Ahora bien: 

Si devanar nuestro seso pensando, 
en la vejez para hallarle un sentido, 
sea necesario en esta cuestión; 
Mejor ocasión no nos favorece, 
que la de afirmar: “la vejez aumenta,” 
si para tu vida solución no atinas, 
que rechace la desazón, la desgana, 
y por René, el desanimo y la desidia. 

Por otro cantar tenemos a bien, 
el decir para con este tanteo, 
que de ensayo poco promete; 
Que la vejez más bien irrumpe, 
y en celular contienda. 
Al organismo que en sí, ser, 
ostenta septuagésimos inviernos. 
Que en el averno, al no ser querido, 
las células reconcomen nuestro olvido. 

En conclusión, quiero saber señalar. 
Que la vejez es como una maestra. 
Pues conduce a vivir en el tiempo, 
esperando alcanzar su frontera. 

 

 



-110605-

 

Correspondencia

 

 

La muerte del poeta.

 

I

 

No estoy triste ni melancólico.

La pena ya no me abriga;

todas la luces encendidas, ¡todas!

luminarias incongruentes

de lo evidente inevitable.

 

El amor ya no llama…

No da sudor ni frío,

¡No tersa los nervios!,

Ni apacigua el olvido.

 

La esperanza no jalona el camino;

Los besos no son quimeras;

Caricias que se compran

por talonarios, por billeteras.

 

Baste con cerrar la boca

para que suenen las campanas.

Baste el tañer del badajo

sobre  piel destemplada

en el paso y en la memoria.

 

No has de comprar corona,

ni motivos florales, ni ramilletes.

No has de cavar una tumba

ni construir un sepulcro;

 

No has de serrar el pino para el alma.

No has de cubrir con caja su esqueleto.

No malgastes en servicios de funeraria,

ni en plañideras para este entierro.

 

Solamente reza, aún sin fe.

Reza por el alma que se vacía,

¡Reza por el sentir que se ha perdido!

Salve para que el alma no oscurezca,

Réquiem a las rimas del olvido.

 

Aun cuando llore su propia muerte,

No lo hará por la vida perdida.

Pues….

La muerte del poeta no existe

Tan solo la de sus versos llega.

 

 

 

 

 

   II

 

Si un día no encuentro palabras con las que decir…

Te quiero.

Si aún encontrado palabras, su significado es…

Te olvido.

Que no te quepa duda de que en ese momento…

Muero.

Pues para mantener viva la pasión del poeta, precisa…

Tu cariño

 

 

III

 

Alguna vez escuche como la vida decía;

Del mismo modo vi la imagen del miedo;

Leí sobre las letras del libro de la existencia;

Me pronuncie sobre el viento y las aguas.

 

Alguna vez escuchaba la respiración del sueño.

Alguna otra el gemir de la pasión de otros cuerpos;

Y la calma placentera del consuelo anónimo,

sobre la experiencia y el buen hacer de una vida.

 

Nunca vieron otros ojos llorar al sol,

Ni otras bocas sedientas besar la tuya.

Jamás hubo mejor testigo de nuestras vidas,

que la muerte que nunca esperamos,

pues sabemos que será hábil en localizarnos.

 

Al final siempre me dieron la razón las palabras.

También lo hicieron bocas mudas,

Y mentes sin ideales, ni pensamientos.

 

Todos ellos, al igual que el poeta,

Finados de su existencia por carencia;

Por ausencia de esa chispa desprendida;

Que más que arder, aviva una existencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Del amor

                               I

 

Que decir… que otros no dijeran antes.

Que esperar… que cualquiera no añorara otrora.

Que pedir… que no me nieguen sin lucha.

Recibir sin previa lucha, es no valorar.

Esperar lo añorado, es aceptar su naturaleza.

No decir lo que otros, seria un absurdo.

Si de el se ha de dar una explicación…

Si se espera una definición certera;

Sintiéndolo, a veces…

Se obtiene la respuesta verdadera.

                       II

 

Y tú. ¿Qué sabes de el?

Pues oí chascarrillos en martillo y yunque,

Palabrería de oreja, minutillo y segundo;

Sobre la orilla de un tiempo que añoras.

¿Acaso viste su silueta?

Creí verte paseando de su vera,

Aún cuando siendo alma inexperta;

Tu sombra caminaba sin cortejo alguno.

¡Sabrás pues donde habita!

Aún sin ser tú casa la suya;

Ni aún dándole morada y cobijo;

Ni  siendo tu cuerpo, morada perenne;

Tus huesos carceleros;

Tu alma sustento;

¿Escuchaste la tonada de su canto?

¿El susurro de sus coros melodiosos?

¿Lo impetuoso de sus notas bien sentidas?

¿El ardid de su trova, sobre;  en ti?

Cuestiono pues a favor

de este extraviado amigo;

Si no conoces sobre el

nada de lo que digo:

¿Por qué lo llamas amor?

28/05/2005

 Adaptada y falsa hipocresía

 

 

Me río de lo que piensen de mí,

de mis palabras y actuaciones.

 .

Acusándome de esta realidad,

no consigo más que enmascarar

lo veraz, lo autentico de ese genio

que se permite el lujo de falsear,

de filtrar miradas sibilinas y fiscales.

 .

Experto esquivo de lo considerado,

socavo y entierro lo propio en lo ajeno.

 .

En un ayer que me pertenece,

la mirada de un futuro indeciso,

hizo de lo genuino en mi persona,

pasta para lapidar una realidad.

 .

La realidad a la que me abrazo,

con la verdadera sonrisa opacada

en la diversidad de facetas, y actos,

que por no ser míos me engrandecen,

tras el pletórico engorde

 de una ignorancia bien consagrada

a la necia virtud de la falsedad.

 .

Nadie lo sabe, y pretendo ser poeta

ocultando la persona en mí haber,

bajo calidos párrafos u sabias frases,

que actuaran como candilejas

sobre la nacida función fracasada;

pues nada logro mas allá del escenario,

mientras todos ríen esta función.

 .

Y aún sin ser reconocido,

tras esta mascara veneciana,

esperare cuantioso beneficio

para el bolsillo de vacua alma,

que llenar pretendo con saña.

 .

Y sin más me dejo a pensar,

que lo hipócrita de esta existencia

quizá sea no reconocer lo evidente,

oculto tras la frases de esta verdad,

que por no dejar de ser hipócrita,

seguramente rece como hipocresía

de la realidad más hipócrita;

La que yo deje de reconocer,

que aparentando más de lo que dice

dice de una apariencia mas que cierta.

 .

¿Quien puede decir lo contrario a mi hipocresía?

Mis soles, mis lunas, tus caricias.

Mis soles, reflejos de vida,

que por alcanzar una tierra

a tiempos baldía, caldean…

.

.

Caldean nitrógeno y argón,

Oxigeno, de la vida sedienta

de la existencia que me quema

con su herrumbre transparente,

que deposita fielmente e inocente,

el día a día de mi existencia.

.

.

Herrumbre transparente que…

supongo en mi al igual que en otros,

mostrará su permanente fijación,

mediática, por surcos, como labranza;

en miembros, cara, y cuerpo,

y por que no, en lacrimal tierra.

.

.

Mis lunas, calidas unas, frías las mas,

Y siempre todas llenas de pasión,

Crecientes de espera, y sin saber…

¿Por que menguantes de olvidos,

y vacías de encuentros esperados?

 .

.

Lunas calidas, en horas no buscadas

por estar iluminada la alcoba,

con la tenue luz que se intuye

tras la ventana del deseo irracional.

 .

.

Lunas frías, cuando la hoja inmóvil

dejo aquella ventana cerrada, quizá,

por un pudor que no me es propio,

por un respeto que jamás apadriné.

.

.

Tus caricias, que quisiera ver presas,

bajo la luz de mis soles,

tras las caras de mis lunas.

.

.

Tus caricias, quisiera saberlas testigos

de esa herrumbre de existencia,

también por ellas soportada;

transformándolas en sabias, ásperas,

y por que no, cariñosas compañeras

de la razón de su existencia,

implicando al tiempo las lunas,

que sin querer se ofrecen,

que sin saber se regalan.

.

.

Tus caricias, que sean pues…

razón de mis días,

deseo de mis noches;

tus caricias…que aún siendo furtivas,

que sean mías.

14/04/2005

Cordura y juicio

 

 

ENSAYO SOBRE EL PENSAMIENTO 

II 

Los límites de lo real: Cordura y juicio. 

Creo haber comentado en el escrito anterior de igual índole y titulo vinculado, que no trataría los términos cordura y juicio, hasta pasados unos capítulos de particular reflexión; a lo largo de lo que se supone es ese mar de ideas, (el pensamiento) que nos definen y alejan en base de lo que siempre fuimos como animales, acercándonos a la realidad prospera de personas que somos, (animales racionales) para no quitarle encanto. 

Pues bien. Me retracto de lo dicho, para intentar exponer lo que a mi juicio son, o representan estos términos: cordura y juicio. 

Si bien cordura y juicio son palabras o términos de significados y referentes totalmente desligados, (afirmación no del todo cierta desde el punto de vista de la RAE) se puede decir que ambas son la una complemento de la otra, a la hora de sojuzgar la realidad a un hecho concreto. 

Partiendo de la definición de lo real dada en el capitulo anterior desde el punto de vista de este ensayo, intentare argumentar el por que de la elección de estos limites para definir la barrera de lo no imaginado, (puesto que irreal no hay nada) siguiendo la línea del capitulo anterior. 


Cordura: Si hablamos de cordura, se podría decir que hablamos de la capacidad de un ser racional para delimitar dentro de su propio pensamiento las realidades no fundamentadas en el entorno, de las realidades que lo rodean y que son producto del entorno. 
<< La mente humana, base de un individuo racional y lógico, se ha servido de una herramienta más que potente, de la que se ha valido a lo largo de su evolución para distinguir ambas realidades manteniendo así la cordura del individuo en buen grado; De hecho, sin esta herramienta no hubiese sido posible establecer un limite entre ambas realidades opuestas y vinculadas a la misma naturaleza (el pensamiento); La herramienta a la que me refiero es el sueño, o soñar para ser mas concretos. 
El termino sueño, que da mucho de si. Espero poder tratarlo en capítulos posteriores, por que no tiene cabida en este; pero daré como apunte que un gran porcentaje de trastornos psicológicos son producidos por falta de sueño. >> 

Esta claro que estas realidades, fundamentadas o no en el entorno que nos rodea, deben de ser moderadas por un factor de corrección, (por decirlo de algún modo) que permita al individuo mantener la cordura, conservando así los limites de lo real dentro del pensamiento; A este factor de corrección y moderador se le denomina juicio, que a su vez se basa en otras rutinas del pensamiento, como lo puedan ser los sueños. 

He de aquí el por que, de que a un individuo que cuenta que la noche anterior soñó que volaba como superman, no se le vincula a ningún tipo de locura; y muy por el contrario al que imita a superman estando despierto y con plenas facultades mentales, se le tacha de loco, partiendo ambos comportamientos del mismo razonamiento lógico. 

Por lo tanto la cordura se sirve del juicio para sus propios límites. 

Juicio: Por este lado también se puede especular sobre cual es la naturaleza del juicio, que siempre será condicionada por la vinculación del individuo a un entorno concreto. 

En si mismo, el juicio ha de ser capaz de delimitar cuanto es o no real un pensamiento, y cuando este pensamiento forma parte de la realidad no vinculada al entorno, o de la realidad que si esta vinculada a el. 
De todas formas es todo muy relativo, en cuanto a realidades y limites de esta (la realidad). Por que sin duda la realidad de un individuo, no tiene por que ser idéntica a la realidad de cualquier otro; siendo ambos juicios tan reales como diferentes, o tan imaginados como similares, sin que esto perturbe la propia cordura del individuo dentro de una sociedad concreta, surtiendo el mismo efecto sobre lo real. 

<< Un mal ejemplo de ello sería el observar a un individuo de una comunidad que practica el canibalismo; Desde mi punto de vista, que una persona se coma a otra, me dice mucho a partir de mi entorno social, sobre la cordura del individuo que come carne humana; Al caníbal no se le encerraría en su entorno social por no estar cuerdo; Sin embargo, si yo comiera carne humana en mi entorno social, aun conociendo los limites de la realidad que me rodea, mi cordura quedaría en tela de juicio, y como no cuerdo seria tratado. >> 

Después de este mal ejemplo que en nada ilustra, como es el caso. Se podría decir: Que el juicio es la parte de la cordura, en la que se graban los límites del pensamiento lógico e individual con respecto a la realidad que esta vinculada al entorno, de la realidad que no lo esta (imaginación). 

Por lo tanto dentro de lo real, la cordura y el juicio, (eso que más de una vez nos falta) ambos complementos en sí, marcan la realidad única del individuo. 

Se podría hablar mas extensamente sobre la realidad impuesta por una sociedad concreta, alargando los capítulos a titulo colectivo. Pero lo que se intenta es tratar el pensamiento individual, y por lo tanto las colectividades, aunque nombradas, no tienen cabida en este ensayo de baja factura. 

Espero que a opinión colectiva, este ensayo no deje en tela de juicio la cordura del que lo escribe, partiendo de una realidad transformable a nivel individual. 


Se puede comentar: 

<< Nunca hubo limites. Tan solo los hubo cuando hubo que agrupar dos pensamientos >>

¿Y tu que opinas? 

 

31/03/2005 

Una Verdad

 

 

FRASILIÓN SONETEADO. 



Nunca digas que… no lo dije; 
Nunca, hice oídos sordos, a esa verdad; 
Nunca odiare en mí a esa estirpe; 
Nunca ahuyentaré de mí lo veraz. 

Fue algo en el pasado bien preciado; 
Fue lo mejor de muchos, en realidad; 
Fue más bien…señal de corazón avezado; 
Fue para otros, principio bueno, triste final… 

Bueno será siempre, serlo de corazón; 
Bueno se es a veces con convicción; 
Bueno para dar la espalda al desazón. 

Ser no es más que apostar por uno. 
Ser no es más que sentir vivencias. 
Ser si realmente lo merece tu ayer. 

Poeta de grandes mundos y vida estrecha; 
Poeta del saber ardiente y muda lengua; 
Poeta de alegre melancolía y sutil tristeza; 
Poeta de depurar vida para dar a beberla. 

En momentos difíciles, sabia paciencia; 
En austeras palabras, saber innato; 
En frases sosas, aliño seguro; 
En almas, abrigo y descanso. 

Estos son rasgos de una verdad; 
Estos los versos de lo elegido; 
Estos, mi pasión, mi sino y mi vivir; 

Tiempos locos de incomprensión; 
Tiempos de oro, bolsa y moneda; 
Tiempos libres sobre su veda. 



25/10/04

95 frases para un “Milagro”


Con la premura de un amanecer ocaso. 
Con la sutileza del fuerte aire suspirado. 
Con la energía heredada de la antigua chispa. 
Con el saber hermético del libro abierto. 
Con el conocimiento de lo cierto objetivo. 

Con la sabia razón de la duda mas certera. 
Con la lógica sensación de lo cierto y debido. 
Con la pugna imaginada de hallar un mundo. 
Con el deber creyente de un santo indevoto. 
Con la cruz simbólica de un temple frío. 

Con la calma agitada de saberse en vida. 
Con el estupor decreciente del ser melancólico. 
Con la sapiencia de lo mucho no conocido. 
Con el desparpajo de la seriedad indómita. 
Con la amistad del ángel que nunca cayó. 


Con ese don que todo da y nada ofrece. 
Con ese perfil de seda suave y tosca roca. 
Con ese matiz de cerraduras sin puertas. 
Con esa sencillez del amado profundo. 
Con esa espina, de rosa desojada por otras manos. 

Con ese dulzor fresco de no saberse amargo. 
Con ese salero vacío para acicates necios. 
Con esa sal disuelta en el océano de la vida. 
Con esa mezcla de verbo, adjetivo y antónimo. 
Con eso, lo conocido hasta el momento y mas. 

Lo real hace eco tras la pluma de sus vivencias 
Lo heredado es legado en ella, de inmensa fuerza. 
Lo inerte cobra vida en su capilla anónima. 
Lo hereje tiene mas sentido si así lo expresa. 
Lo pagano hace de si la cita mas propicia. 

Que ella es viento… lo se. 
Que es cielo de montaña… cierto. 
Que es un océano de distancia… también. 
Que por su claridad aquí es oscuro… más bien 
Que fue prematura en lo maduro. 

Siempre presta a llorar riendo lo no sufrido. 
Siempre concisa de respuestas a dudas ajenas. 
Siempre eterna vivencia y fruto del pasado. 
Siempre futuro incierto del presente por venir. 
Siempre misterio, milagro confundido y real. 

Se de ella poco mas que sus misterios. 
Se de ella mujer ardiente de mano firme. 
Se que en si misma se desvive al vivir. 
Se que guía a muchos tras sus pasos. 
Se que la se, de saber curioso y duda. 

Ganó lo que valen sus versos. 
Ganó lo que piensa suyo, sin más. 
Ganó batallas a su caballo de Troya. 
Ganó al tiempo, y a los detalles el pulso. 
Ganó lo sincero de todo corazón. 

En su persona queda un yo lejano. 
En su memoria todo lo apropiado. 
En su piel el diario de una vida. 
En su gesto aun todo desconocido. 
En su mundo miles de mundos más. 

Esta en realidad es su historia. 
Esta… también realidad equivocada. 
Esta… especulación que conjeturo. 
Esta… naturaleza que desconozco. 
Esta… quizá sea ella, imagino… 

Vida en si misma de sus errores. 
Vida de los que creen en ella. 
Vida caprichosa por su sangre escrita. 
Vida ausente de un amor eterno. 
Vida de comprensión e incomprendida. 

Fue niña de piano y clases apretadas. 
Fue niña de tierra, campo y regadío. 
Fue adolescente de colegio mayor. 
Fue mujer de otro inadecuado ser. 
Fue, es, y para muchos será siempre. 

Con lo armónico que la caracteriza. 
Con esa nota de estupor maduro. 
Con la morriña de lo añorado innato. 
Con la fantasía del cuento por escribir. 
Con lo puesto por Gea en su persona. 


El placer es agudo tras su palabra. 
El calor es frío comparado a su aliento. 
El silencio es goce en su cuerpo. 
El misterio de sentir no esta en ella. 
El enigma busca en ella su encuentro. 

Amor de las hojas en blanco. 
Amor de los detalles arcanos. 
Amor que se derrama de sus versos. 
Amor que se desliza de sus manos. 
Amor que en todos queda impreso. 

Que es la voz y la experiencia. 
Que es espejo del pasado 
Que es carmín, fe y ciencia. 
Que será por siempre diamante engarzado. 
Que no se puede definir con certeza. 

Dimos, en este un plural que no encaja. 
Dimos… diste palabra a corazones mudos. 
Dimos… diste lo que todos suponen impropio. 
Dimos… diste algo que muchos creen imposible.
Dimos, damos, y daremos vida a las palabras. 

 

04/01/2005